Cultura

Evangelina Aguilera: “Lo primordial es tener algo que decir y no abandonar ese mensaje”

La autora es marplatense y resultó ganadora del premio de la Fundación Argentina para la Poesía por su libro "En la enorme presencia de lo nimio".

María Evangelina Aguilera, ganadora del premio de la Fundación Argentina para la Poesía por su libro “En la enorme presencia de lo nimio”, aseguró que “la poesía es un trabajo de orfebrería: minucioso, lento, de sutiles equilibrios entre la palabra y el silencio”.

El libro detiene la mirada en los objetos o seres mínimos, en los gestos y personas que pasan desapercibidas, “casi como si no existieran pero que, sin embargo, existen con una fuerza rotunda y decisiva”, explicó la escritora marplatense a Télam.

“La poesía es un trabajo de orfebrería: minucioso, lento, de sutiles equilibrios entre la palabra y el silencio. Roza los espacios de vacío para hallar significados“, expresó Aguilera que agregó que lo que escribe “respeta la necesaria economía, busca la austeridad”.

“En la enorme presencia de lo nimio” ganó el premio a la poesía inédita, en el 55 aniversario de la Fundación Argentina para la Poesía, cuyo presidente es Alejandro Roemmers, y en la edición de este año llevó el nombre de la poeta Alfonsina Storni.

El jurado estuvo compuesto por Rafael Felipe Oteriño, Beatriz Shaefer Peña y Osvaldo Rossi que eligieron el trabajo de Aguilera como merecedor del primer premio que consistía en la publicación de la obra.

La obra fue publicada por el del departamento de arte de la Editorial Vinciguerra y para Aguilera “el gran premio es haber sido leída y seleccionada por el jurado que propuso la Fundación, poetas de gran trayectoria” y a quienes admira.

La también autora del poemario “Una casa no arde sola” señaló que su camino de lecturas está muy marcado por la escritura de Joaquín Giannuzzi, Roberto Juarroz, Leónidas Escudero, Edgard Bayley, Juan L Ortiz, Chantal Maillard y Javier Adúriz y también por escritores que menciona en citas y epígrafes del libro: Antonio Porchia, Fray Luis de León, Rafael Alberti, María Zambrano, Juan L. Ortiz y Adúri.

“Son parte de esa familia literaria que expreso en mi música al decir y en mis temas recurrentes. Ellos van en mí y así también les hago un homenaje”, resaltó y apuntó que “uno, entre tantas cosas, es lo que lee con recurrencia”.

Las imágenes del poemario: un anciano solo en su departamento, una chica pidiéndole a Dios en una iglesia vacía, ritos repetidos en las ceremonias religiosas, ciertos ruidos urbanos, un hombre que completa un crucigrama, algunos yuyos que la gente ve como maleza, un ventiluz, las hormigas son para la autora, nacida en Mar del Plata en 1977, “esas enormes presencias que, por frágiles y nimias, permanecen, resisten. Todo lo otro, lo inmenso del mundo, parece débil ante la fuerza de lo insignificante”.

Aguilera dijo que no cree que exista una función de los poetas, pero sostuvo que hay “un destino irrenunciable y en esa conciencia del propio existir uno responde, como decía Rilke, al impulso de la íntima necesidad de decir. Hay algo que debe ser dicho y uno se acerca como puede, con las palabras que tiene. A eso no se puede renunciar”.

“Luego, lo dicho puede ayudar a pensar, puede advertir, puede emocionar. Si ocurre eso, hay una riqueza que se añade al propio acto de escribir pero eso es una cuestión de suerte. Lo primordial es tener algo que decir y no abandonar ese mensaje”.

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